En medio de un mundo marcado por crisis sociales, ambientales y emocionales, distintos movimientos latinoamericanos están impulsando una nueva forma de entender el cuidado: no como una tarea doméstica o individual, sino como una acción colectiva y política que sostiene la vida. En el IV Encuentro Latinoamericano y del Caribe por la Justicia Climática, esta mirada se presentó como una verdadera estrategia de resistencia: los cuidados subversivos, una práctica que une el autocuidado, la solidaridad y el respeto por la naturaleza para sanar los territorios y nuestras propias comunidades.
Desde los feminismos latinoamericanos surge una ética de los cuidados que desafía la lógica del capital. En Valparaíso, activistas y comunidades presentaron la “Matriz de los Cuidados” como una herramienta política frente a la crisis climática y los «Cuidados subversivos» como concepto y práctica cotidiana. La matriz propone organizar los cuidados como una red viva que articula autocuidado, cuidado colectivo y cuidado de la naturaleza. No se trata de una labor privada ni femenina, sino de una estrategia de supervivencia social.
Politizar el cuidado: sanar la vida colectiva
El concepto de cuidados subversivos nació del trabajo de la Asamblea de Mujeres y Disidencias del Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT) y de su intercambio con el Pacto Ecosocial del Sur. Francisca Rodríguez (MAT) situó los cuidados subversivos como ética y política frente a la visión liberalizada del cuidado: se trata de una herramienta de resistencia y lucha territorial, no de un dispositivo de seguridad individual. Lo explicó así:
“Cuidar no es proteger; es sostener la vida frente a las políticas de muerte del capitalismo.”
El ejercicio colectivo amplió la pregunta por qué cuidamos: el territorio, las relaciones, los tejidos, la organización, la naturaleza, la fiesta, el agua, animales, plantas, semillas y espíritus. La matriz se vuelve práctica cuando ordena los ritmos, reparte tareas y crea condiciones para que la lucha se sostenga en el tiempo. Entre los nudos críticos identificados se encuentra la neoliberalización, que invisibiliza violencias estructurales, y la necesidad de refugios colectivos.
De la domesticidad a la justicia climática
En América Latina, el 77% del trabajo de cuidados no remunerado recae sobre mujeres, según la CEPAL (2022). Este desequilibrio se agrava en contextos de sequía, extractivismo y desplazamientos. Frente a ello, las organizaciones plantean una repolitización del cuidado: visibilizar las violencias estructurales, el adultocentrismo y la precarización que impone el modelo neoliberal.
“Los cuidados son una forma de restauración del tejido social —afirmó Rodríguez—. Si no sanamos colectivamente, no habrá justicia climática posible.”
Refugios frente a la tormenta
Inspiradas por los pueblos zapatistas, las participantes hablaron de construir refugios comunitarios donde la vida se sostenga ante la crisis. Allí los cuidados son acción política: cocinar colectivamente, compartir agua, resguardar semillas o acompañar duelos climáticos.
La OMS (2023) advierte que los desastres ambientales incrementan los trastornos de salud mental; por eso, el cuidado emocional fue reconocido como una dimensión central del activismo ambiental.
La ternura como resistencia
Desde Chile hasta Colombia, los movimientos de mujeres proponen una revolución silenciosa: reemplazar la productividad por la reciprocidad, el aislamiento por el vínculo. La ternura se volvió consigna política.
El cierre del taller lo resumió una participante de Honduras:
“Subvertir el orden es cuidar: cuidar la memoria, cuidar la tierra, cuidar el cuerpo que lucha.”
